El reto: dejar que la vida fluya

Verse al espejo y encontrar las líneas que la vida va dejando asusta, pero aún más, verse por dentro y darse cuenta que uno ya no es el mismo. Ese “coco” que llevamos dentro, es el que hoy me indica que vivir en otro país, está surtiendo efecto en mi cuerpo y en mi mente, y que la mujer que un día saltó con euforia al otro lado del charco, se fue transformando en el camino.

Los cambios traen eso, transformaciones que a veces no vemos cuando armamos planes y pretendemos salir de la zona de confort. Pero esos cambios, así como implican ganancias, conllevan renuncias. Es como un “cambalache” que se hace con la vida: sí quieres obtener un sueño, debes soltar equipaje para poder llegar más alto.

Sin embargo, cuando los planes no salen como planeamos, se nos olvida fácilmente ese trueque que hicimos con la vida. Ignoramos las ganancias y nos enfocamos fácilmente en lo que nos hace falta y en ese equipaje que dejamos atrás.

Sucede algo similar cuando llenamos nuestro escritorio de papeles amarillos con tareas pendientes. Una vez realizamos la tarea, desechamos el papel, y en un instante se nos olvida que logramos algo, y nos enfocamos de inmediato en las tareas que no hemos hecho.

Ese fenómeno se debe, quizás, a que crecimos en un entorno donde se nos enseña a buscar la meta pero no a disfrutar del camino. A trabajar pensando en la pensión, porque allá, al final de la vida, sí podremos disfrutar del tiempo libre, para ser felices.

Y toda esta carreta va porque, vivir en Alemania ha despertado en mí el pequeño niño soñador, inquieto e impaciente que algunos llevamos dentro. Un niño que quiere correr, sin haber gateado, y que se frustra y llora ante la primera caída.

Debo confesar que antes de viajar a Alemania, no pensé en todo lo que se venía por aprender. Más allá del idioma está la cultura, las normas, las formas de vida, los códigos sociales ocultos, que solo se aprenden en la calle. Uno es casi como un bebé que debe ir creciendo a pasos agigantados para lograr un espacio en la sociedad.

Alemania es un país muy organizado, que en muchos aspectos es de admirar, pero también es altamente burocrático. Para todo trámite hay un proceso, por lo general complejo y demorado, que toma tiempo aprender. Quien viene aquí debe acostumbrarse a expedir citas para todo, a planificar el tiempo y a ser paciente, porque “saltarse la cola” para salir de las tareas, no es cosa de alemanes.

Pero quizás lo más difícil, es lograr asimilar las diferencias culturales y sociales, para sentirse realmente integrado. Abrirse campo en el mercado laboral alemán, tener un techo digno y seguridad social hacen parte del paquete, pero también hacer parte de un grupo de amigos que te hagan sentir que eres aceptado.

Y allí es cuando se chocan las expectativas con la realidad, porque para seguir, hay que adaptar el plan ideado a las condiciones y tiempos que dicta la vida. En ese punto es donde resulta vital recordar las ganancias que obtuvimos al dar el salto, para no tentarnos a dar vuelta atrás.

Haciendo el recuento de mis ganancias, me he percatado que además de tener una experiencia formidable por fuera de mi país, también estoy aprendiendo a conocer el ser humano sensible que llevo dentro. En este tiempo de cambio, he descubierto mi lado más sentimental y frágil, una faceta que me ha empujado a la escritura y a la meditación.

Esto no estaba dentro del plan, como muchas otras cosas que sencillamente no se pueden planificar, pero que vienen con el viaje. Como lo expuse en mi post “Vivir en otro país: un salto hacia lo desconocido”, no tener en mente un plan de vida a veces asusta, pero hay que darse tiempo para que el cambio haga su efecto.

Y esta última conclusión se la debo a mi amigo Javier Benítez, mi «personal coach» y uno de los pocos amigos que me caben en los dedos de la mano: “Dejar que la vida fluya, soltar, vivir el presente, porque la vida perfecta solo está en la cabeza”.

 

 

3 comentarios sobre “El reto: dejar que la vida fluya

  1. Así es…

    A veces las circunstancias nos ponen a prueba, nos cambian, pero también nos enseñan que todo requiere su tiempo y que de alguna manera hay que empezar a disfrutar ese proceso, ese camino del que hablas y al saber desarrollar la resilencia y la manera de manejar una situación manteniendo la firmeza… Es un reto dejar que la vida fluya… Pero de eso se trata también el ser expatriado.

    Me gusta lo que escribes 🙂

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    1. Hola Diana, conectada totalmente con tu comentario. Disfrutar del proceso y aprender a soltar presiones, concepciones, miedos para dejar que la vida tome su curso natural. Desarrollar la resiliencia es otro reto, pero finalmente es lo que le da sabor a la vida. Saludos y gracias por leer y compartir tu opinión.

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