Una de las cosas que más disfruto de mi matrimonio es que compartimos con mi esposo el gusto por viajar y descubrir lugares juntos. En Colombia, fui la guía natural de la pareja, por aquello del idioma y porque jugaba de local. Pero a este lado, la figura de guía desapareció y ambos hemos sido bastante espontáneos a la hora de viajar por Alemania.
Sin embargo, en nuestro último viaje a Stuttgart, quise volver a mi rol de guía organizada porque solo teníamos un día y medio para conocer lo mejor de la ciudad. Y eso incluía la visita a un par de amigos: un colombiano, un alemán y un francés. Mejor dicho, el plan era contra reloj.
Para aprovechar mejor el tiempo, visité un par de blogs de viajes y ademas hice un sondeo en el grupo de Colombianos en Stuttgart para saber qué sitios me recomendaban ver. Con lo que no contaba, es que nuestros anfitriones se tomaron en serio el papel de guías turísticos, y mi plan terminó en una cosa distinta.
Y aquí empiezo mi relato…
Mi travesía arrancó el viernes en la noche sin mi esposo, quien viajó hasta el sábado en la mañana. Yo me adelanté para ganarle unas horas al reloj y poder compartir con mi amigo Luis, un colombiano que conozco desde la infancia y quien vive desde hace un par de meses en Stuttgart.
Con él empecé mi tour el sábado en la mañana hacia el centro de la ciudad, donde están concentrados varios sitios turísticos. Entre mucha conversa llegamos al Schlossplatz, una plaza con dos piletas grandes de agua y el punto de referencia para ubicar otros lugares turísticos. A su alrededor se encuentran: el Neues Schloss (el Palacio nuevo); el altes Schloss (el Palacio viejo); y el Kunstmuseum (Museo de arte de Stuttgart). Basta caminar una calle para llegar al Schillerplatz, una encantadora plaza donde se arma un mercadito los sábados con cosas del campo.
Después de hacer un recorrido alrededor de la zona, nos desplazamos hacia el oeste de Stuttgart en búsqueda de la iglesia Johanneskirche, una edificación que me llamó la atención en las guías de viaje que consulté. Es imponente y misteriosa, aunque lo ingresé en mi categoría de lugares, que no necesitas visitar una segunda vez.
Hacia el medio día nos encontramos con mi esposo en el Hauptbahnhof (estación central de trenes). De allí salimos todos juntos para la casa del alemán y del francés, quienes nos recibieron con cocteles y un plan turístico. Dentro de los sitios sugeridos no estaba el Museo de Autos de Mercedes-Benz, uno de los imperdibles de Stuttgart. Lo descarté con resignación, porque sabía que el tiempo no era suficiente y porque nuestros anfitriones tenían en su plan otros lugares para conocer.
En ese punto creo que una desventaja de viajar con guías es que muchas veces debes adaptar tu tiempo a lo que el guía considera importante y pierdes la oportunidad de visitar sitios que son de tu interés. Aunque a veces cambiar el plan te trae cosas positivas…
En búsqueda de alimento
Después de una larga caminata llegamos a la plaza Erwin-Schöttle-Platz, donde ese sábado se realizó un festival dedicado a la cultura africana. En una pequeña tolda hicimos una parada para degustar unos bocadillos de plátano dulce. Nunca me imaginé que me econtraría con estas delicias en Stuttgart: torticas de maduro en salsa de mango (yumi yumi). Mis amigos se arriesgaron a probar los maduros con salsa picante, ese no me gustó mucho.
Como también era importante conocer la comida alemana local (schwäbisches Essen), nuestros anfitriones nos sugirieron ir al restaurante Brauhaus Calwer-Eck, famoso porque producen su propia cerveza. En un ambiente clásico alemán tuve la oportunidad de probar los «Maultaschen» – envueltos de masa de fideos que se rellenan, tradicionalmente, con carne de cerdo-. Se los recomiendo si van por esta zona, pero no los pidan con huevo, porque quedan muy pesados y se pierde el sabor de la pasta. Si no consumen carne, el Käsespätzle es una buena opción- una pasta cargada de queso, bastante grasosa, pero sabrosa-.
La sorpresa estaba cerca…
Con la barriga bastante llena nos fuimos a caminar de nuevo por el centro de la ciudad, hacia el Schlossgarten que queda a unas pocas calles del Schlossplatz. En ese punto estaba un poco desanimada porque mi tour se había reducido al centro de la ciudad y a comer. Sin embargo, lo mejor estaba por venir…
Cerca del Rathaus (Ayuntamiento o Alcaldía) tomamos el U-Bahn hacia la estación de Marienplatz. Allí nos bajamos y empezamos a caminar hacia las montañas. Subimos una pila de escaleras que en un momento me recordaron a Monserrate (versión principiantes). Pero valió la pena llegar a la cumbre de ese lugar, conocido como Karlshöhe, donde se aprecia la mejor vista de Stuttgart y donde se puede disfrutar de una cerveza en un ambiente verde y acogedor. Sí, en medio de los árboles hay un Biergarten, el sueño de cualquier adepto a la cerveza alemana en época de verano.
El plan turístico terminó allí en las montañas. Esa fue la parte buena de conocer Stuttgart con anfitriones, que terminé en lugares que no esperaba conocer. Me quedé con las ganas de visitar el museo de autos, pero al final lo que importa fue que me divertí. Creo que eso también pasa en la vida; a veces te encuentras con personas que te cambian el rumbo y te llevan a vivir experiencias extraordinarias que jamás estuvieron en tus planes.
Nos parece increíble que estés recorriendo tantos lugares espectaculares y lo más importante que lo estés disfrutando. te queremos mucho. papá y mamá.
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