En lo que va de la Eurocopa, he visto más eufóricos a los italianos y turcos que viven por esta zona, que a los alemanes, que ya están en cuartos de final. Parece que la pasión por el fútbol la llevan bien adentro. Veremos si aflora cuando enfrenten a la selección italiana, el “coco futbolístico” de Alemania, el próximo sábado cuando se definirá quien pasará a las semifinales.
Pero enfocándome en el tema de las emociones (porque de fútbol no sé mucho), salir a ver un partido de Alemania es como ver una película de acción. Por momentos te emocionas y sufres, pero al final sabes que el protagonista ganará la batalla, cumplirá su misión, se quedará con el amor de su vida, en definitiva tendrá un final feliz, o al menos eso esperas que pase.
Creo que así se sienten muchos alemanes con su selección: confiados y el resultado que esperan es que su selección al menos llegue a la final del campeonato. Será porque han ganado tres veces la Eurocopa, y a la par con España, es la selección que más títulos tiene. O porque han sido campeones de la Copa Mundial cuatro veces y es la selección que más finales ha disputado en este campeonato. En resumen están acostumbrados a ganar y la hinchada espera que siempre tengan un rendimiento excelente.
Cultura alemana ante todo
Nada de «Epa» o de quitarse la camisa cuando la selección alemana hace gol. Los alemanes se emocionan a su manera, sin mucha expresión corporal; a lo mucho se paran de sus sillas y levantan las manos, pero vuelven rápido a la calma. Eso sí, después de un partido ganado, algunos salen a las calles a celebrar en sus autos, haciendo ruido para demostrar que están felices con el resultado.
Los más jóvenes salen a parques o plazas para tomarse unas cervezas y pasar el rato con los amigos. Pero sin mucho aspaviento, como estamos acostumbrados en Colombia, donde la celebración es con carioca y harina hasta el otro día, y llega a ser tan intensa que podemos colapsar el tráfico de una ciudad.
Es que si Colombia es pasión, Alemania es organización, y el orden se nota tanto en el campo de juego como fuera de él. Al menos esa impresión tengo al ver jugar a la selección alemana; pero también por los dispositivos de seguridad que se activan, una vez terminan los partidos para evitar inconvenientes. En Mannhein, la policía está lista en los sitios de mayor concentración de personas y en las vías se establecen controles de velocidad, para captar a quienes movidos por la emoción del partido, excedan los límites.
Los alemanes juegan bonito, pero a decir verdad, me gusta más el “tumbao” de los jugadores colombianos y esa incertidumbre que generan durante todo el partido. Uno sufre y hasta suda en esos 90 minutos de juego. Es una descarga de adrenalina que lo mantiene concentrado y penando hasta el final. Y creo que no es solo por el hecho de ser nuestra selección, sino por la pasión que genera el fútbol en la sociedad colombiana.
Hablando de pasión, hasta ahora me doy cuenta de lo importante que es el narrador del partido. Los alemanes sí que son parcos, parece que estuvieran narrando un partido de ajedrez. Bueno para alguien que creció escuchando a William Vinasco Ché, resulta difícil emocionarse con otro narrador deportivo. Diferencias culturales que llaman…
PD: aún me falta ir a un estadio para comprobar cómo se vive la fiesta del fútbol en vivo y en directo. A lo mejor encuentro esa pasión escondida que llevan por alemanes por este bello deporte…ya les contaré.