A seguir, que esto no se ha perdido

Nadie dijo que construir la paz en Colombia sería una tarea fácil. Más aún con una opinión pública polarizada y un pueblo incrédulo, que ya tiene callo en el corazón, tras años de vivir en medio de un conflicto armado, que se volvió paisaje. Pero lo último que se puede perder es la esperanza, menos en este momento donde la incertidumbre nos puede empujar de nuevo al camino oscuro de la guerra.

Debo confesar que el triunfo del “no” en el plebiscito por la paz me cayó como un balde de agua fría. Lo bueno fue que me sirvió para despertar, sacudirme y buscar la manera de aportar al debate, porque esto no está pedido.

Lo paradójico es que mientras yo pasaba el guayabo por los resultados del plebiscito que dividió mi país, los alemanes conmemoraban el Día de la Unidad Alemana, esa fecha histórica en la cual un país dividido decidió darlo todo para ser uno solo.

Ver el punto en el que está Alemania, me hace pensar que no hay mejor camino que apostarle a la paz. Si hay dificultades hay que superarlas, si fracasamos tenemos que volverlo a intentar, porque si algún día queremos tener un país en paz, con todo lo que eso implica, tenemos que salir del círculo vicioso de la guerra.

Es claro que no podemos equiparar el conflicto armado colombiano, que lo hemos luchado y sufrido entre nosotros, con las dos Guerras Mundiales que dejaron a Alemania en ruinas y dividida. Sin embargo, la historia nos muestra que sí podemos aprender, del proceso que vivieron los alemanes, para no repetir los errores que cometieron en la posguerra y aprender de los aciertos que los han llevado a convertirse en una potencia mundial.

Entender la paz lleva tiempo:

Alemania fue la gran perdedora de la Segunda Guerra Mundial, de eso no hay duda. Lo cierto es que a muchos alemanes les llevó tiempo aceptar la derrota porque realmente estaban convencidos de que iban por un buen camino:

“En esa época muchos creían que si Estados Unidos no hubieran intervenido, Alemania no hubiera perdido la guerra. Hoy la perspectiva es otra, nos alegramos de que eso pasara”, me contó el profesor Roland Hohl, experto en historia alemana y quien fue durante 20 años líder del departamento de Integración en el Abendakademie en Mannheim.

Los alemanes de las últimas generaciones son más conscientes de los errores que cometieron en el pasado y que la guerra fue una tragedia que no se debe volver a repetir. Además, tienen claro que la derrota de Alemania fue lo mejor que le pudo pasar al país y al continente europeo, en términos económicos, sociales y políticos.

Les tomó años entenderlo y asimilarlo, porque primero tuvieron que tragarse la derrota y afrontar las dificultades propias de la posguerra, antes de ver los resultados positivos de la paz.

Primero las duras, luego las maduras:

“Después de la guerra, Alemania no solo era un país destrozado, ocupado por los países aliados, sino también un país en depresión. Nuestros padres regresaron de la guerra como perdedores. Cuando alguien pierde, naturalmente no quiere hablar de ese tema. Pero ellos se dedicaron a trabajar, aprovecharon esa oportunidad y con mucha disciplina, pedazo a pedazo reconstruyeron el país”, relata Hohl.

Se calcula que durante la Segunda Guerra Mundial la cuarta parte de las viviendas fueron totalmente destruidas (4 millones de viviendas). La mitad de las escuelas, no se pudieron volver a utilizar, así como la cuarta parte de la infraestructura de transporte. Al final de la guerra había unos 400 millones de metros cúbicos en escombros.

La falta de mano de obra llevó a las mujeres a participar en actividades laborales propias de los hombres, que eran necesarias para la reconstrucción del país. Quien busca en la historia se encontrará con las “Trümmerfrau”, las mujeres que trabajaron en la recolección de escombros para limpiar los terrenos, que servirían para la construcción de nuevas viviendas, escuelas, hospitales y lo demás que fue destruido.

Es claro, que muchas mujeres tuvieron que ser cabezas de hogar, porque sus parejas nunca volvieron. Pero también en los hogares donde los hombres regresaron con problemas físicos o psicológicos, las mujeres tuvieron que trabajar duro para levantar las futuras generaciones. Una realidad que no dista mucho de lo que hemos vivido en Colombia, donde  mujeres víctimas de la guerra, han tenido que ser padres y madres para sacar adelante sus familias.

De las ruinas a la gloria económica:

Según Hohl, sin la inversión extranjera que recibió Alemania en la posguerra no hubiera sido posible una recuperación tan rápida del país. Solo a través del Plan Marshall, Estados Unidos invirtió 13 mil millones de dólares (de la época) en la reconstrucción de los países devastados tras la Segunda Guerra Mundial. De esa platica, Alemania Occidental recibió un 10,16%; las tajadas más grandes fueron para el Reino Unido (24,75%) y Francia (20,18%).

Sin embargo, lo que llevó a que la inversión no se fuera al traste, fueron las decisiones políticas que tomaron los dirigentes de la época, en especial las decisiones del primer canciller de Alemania Occidental, Konrad Adenauer.

“Adenauer fue un gran golpe de suerte para Alemania”, afirma Hohl.

Y le encuentro razón. A sus 79 años, este detractor del régimen Nazi, no solo lideró la reconstrucción del país (en la parte occidental), sino que también tomó medidas que llevaron a crecer la economía alemana en corto tiempo, mejorar las relaciones internacionales y hacer las paces con los países aliados.

Su gran acierto, fue haberse inclinado políticamente hacia un sistema, que le permitió conservar la libertad política a Alemania Occidental. Tomó el riesgo de alejarse del régimen socialista que se instauró en Alemania Oriental, y se inclinó por un modelo “social-capitalista”, que le abrió la puerta a la libre competencia de mercado, pero con un control del Estado para proteger a los ciudadanos y garantizar su acceso a bienes básicos (salud, educación, empleo).

La implementación de este modelo estuvo en manos del ministro de finanzas Ludwig Erhard, reconocido como el artífice del “milagro alemán”: esa época gloriosa entre la década de 1950 y 1960, donde la economía creció y la austeridad menguó. El milagro pasó, pero el modelo social-capitalista se instauró en todo el territorio alemán, tras la reunificación de las dos Alemanias, por los óptimos resultados que trajo para la economía y la calidad de vida de los ciudadanos.

La integración tomará dos o tres generaciones:

En este punto hablo de la integración de los alemanes de occidente con los alemanes del oriente. Según Hohl este proceso desde el punto de vista económico no tuvo mayores inconvenientes, porque fue claro que el modelo social-capitalista arrojó mejores resultados y porque la mayoría de ciudadanos de la Alemania Oriental, tenían el deseo de vivir como los compatriotas que estaban al otro lado del muro.

Sin embargo, a nivel ideológico aún persisten problemas. Esto se entiende por los modelos políticos y económicos que tuvieron ambas naciones durante años. Uno punto actualmente sensible, es la discrepancia que existe frente la llegada de extranjeros que han convertido a Alemania en un país de inmigrantes. Aunque la resistencia a la avalancha de inmigrantes es más fuerte en Oriente, en Occidente no todos están de acuerdo con abrir las puertas del boyante país a más extranjeros.

Bueno y a esto se suma que los alemanes de Occidente han tenido que pagar por la recuperación de la otra parte del país, que no creció económicamente y que hasta hoy no ha podido arrancar con fuerza. “Conozco muchos alemanes que no querían la reunificación, porque sabían que eso costaría mucho dinero. Y financieramente tienen razón”, concluye el experto.

La segunda culpa de Alemania:

Según Hohl Alemania tiene una segunda culpa, porque no se generaron a tiempo los espacios pertinentes para hablar abiertamente sobre la guerra, de cómo llegaron a ella y los fatales efectos que tuvo.

“Sin entender el pasado, no es posible construir el futuro, porque el pasado siempre estará en nuestras mentes”.

Muchos padres, que sufrieron la guerra no querían hablar de ella, porque sentían vergüenza, nostalgia o rabia ante la derrota. No obstante, en las escuelas de Alemania Occidental el tema se fue incorporando en los programas de estudio para reparar su sociedad desde la raíz. Cosa que no pasó simultáneamente en Alemania Oriental, donde el tema fue tabú, hasta la reunificación de Alemania.

Hablar con la verdad y entender el pasado es un tema crítico en Colombia, pero necesario para que realmente haya justicia, reparación pero también para que entendamos como sociedad que la guerra nunca será una alternativa para la solución de los conflictos. ¿Si Alemania pudo, por qué nosotros no?

 

 

 

 

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